En pleno auge del comercio a través de internet, no puedo evitar preguntarme en qué lugar han quedado las relaciones personales, el valor añadido del trato personal. La tienda de barrio superada por gigantes como Amazon. El corredor de seguros que venía a casa apagado por las aseguradoras gigantescas omnipresentes en internet. La zapatería o la boutique de la esquina frente a las enormes páginas de moda que te traen el producto a la puerta de casa al día siguiente…
Esta claro que el comercio por internet es un avance en cuanto a rapidez y sencillez a la hora de hacer nuestras compras. ¿Pero realmente se puede vender todo a través de la red? En mi opinión hay servicios y productos que no pueden estandarizarse. No todo puede convertirse en números y ser desvinculado del trato humano, de la experiencia de un profesional que aporta soluciones.
Pero parece imparable el poder creciente de internet para acercar los productos de las empresas a su público, lo que obliga a todo el que quiera seguir vivo en el mercado a tener presencia en internet. ¿Esto es realmente así?
Internet: una escaparate al mundo
Según el INE, más de un 80% de la población de la UE entre 16 y 74 utiliza internet, y a nivel mundial, más de 4000 millones de personas utilizan esta herramienta.

¿Cómo no aprovechar los millones de búsquedas diarias que se producen en internet para llegar a nuestros clientes? ¿Cómo no tener presencia en las redes sociales donde millones de personas comparten sus historias y consumen información cada día? La presencia en internet y redes sociales para una empresa no parece una opción, sino algo imprescindible para su supervivencia.
Y sin embargo, y a pesar de estos abrumadores números, miles de autónomos y pequeños negocios sobreviven gracias a una sólida cartera de clientes, el boca a boca y su buen hacer… y probablemente saliendo a buscar clientes en el mundo real.
Quizás internet solamente sea una herramienta más. Muy potente, sin duda alguna. Pero no la única.
Evolución del comercio
Durante los últimos años nos hemos acostumbrado a leer noticias como esta: «La librería La Formiga d’Or cierra sus puertas«. Cierres de pequeñas empresas en parte debidos a la crisis de determinados sectores que se enfrentan a una revolución con las nuevas tecnologías o a la especulación inmobiliaria que hace que solamente las grandes marcas puedan permitirse los mejores locales en las ciudades, entre otras causas. Poco a poco se ha impuesto la reducción de los costes, la producción a gran escala y las campañas de marketing millonarias que han desplazado a la forma tradicional de comercio: el tú a tú.
El comercio en internet
Por si no fuera suficiente el panorama en el mundo real, en el mundo digital hace su aparición el e-commerce que, tras la apariencia de ser accesible para todo el mundo a bajo coste, esconde la dificultad de conseguir hacer visible nuestro propio negocio en la red. En 2018 había más de 1240 millones de sitios web en el mundo, así que parece complicado conseguir asomar la cabeza por encima de todos ellos para poder destacar. Realmente no es tarea imposible conseguir hacernos un hueco en el nicho de nuestro negocio, pero ya no es tan accesible para todos ni el coste es tan bajo, cosa que vuelve a dar ventaja a las empresas millonarias.
Adaptarse o morir
Así que nos encontramos de nuevo con un escenario en el que no encaja el autónomo ni el pequeño negocio. Es cierto que algunos no lo consiguen, pero muchos se hacen valer frente a las todopoderosas multinacionales para sobrevivir sin millonarias campañas de marketing, ubicaciones exclusivas ni leyes a su medida. ¿Cómo consiguen mantener su espacio estas pequeñas empresas en el mercado? Es imprescindible ofrecer un valor añadido al producto o servicio propio que los grandes monstruos no puedan ofrecer y, muy a menudo, ese es el valor añadido del trato personal.
El espacio del trato personal en la era digital
Obviamente, el trato personal no ha desaparecido ni parece que vaya a hacerlo: las grandes empresas siguen empleando a comerciales para llevar su producto a sus clientes y cerrar transacciones y los sistemas de videoconferencia se han extendido enormemente para simplificar estas relaciones y abaratar sus costes.
Pero sí es cierto que en el nivel del consumo particular está desapareciendo a pasos agigantados y esto está arrastrando también al pequeño consumo de las empresas. El usuario particular ya no busca una ferretería para conseguir la herramienta que necesita, lo hace en la web. La empresa ya no espera la vista de un comercial de material de oficina, lo compra por catálogo a través de internet.

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Esto agiliza la gestión, por supuesto, y a la hora de adquirir una herramienta o grapas para la oficina no parece que sea un problema. Pero cuando lo que buscamos tiene cierto componente creativo o requiere de la experiencia de un experto para conseguir el mejor resultado se hace difícil pensar que la mejor opción sea hacerlo a través de una máquina.
En Laura Catena no ofrecemos objetos, si no un servicio para ofrecer la mejor solución a tus necesidades. Y es por eso que no habrá nunca en esta web un producto que se pueda adquirir directamente online. Básicamente porque no podemos ofrecerte la solución que necesitas sin antes conocerte a ti y a tu negocio.
En Laura Catena apostamos sin duda por el valor añadido del trato personal.
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